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viernes, 1 de julio de 2011

COMPLICÁNDONOS LA VIDA HASTA EL INFINITO... Y MAS ALLA

Seguro que, el que más el que menos, os habéis preguntado porqué todo tiene que ser tan absurdamente complicado cuando podría ser alegremente tan sencillo. Los problemas son como las setas pero, como parece que no tenemos suficiente, nos creamos unos cuantos más. Supongo que debe ser algo intrínseco a la condición de homo sapiens.

Ayer tuvimos una de esas conversaciones “profundas” en casa. Todo comenzó hablando de matemáticas. ¿Para qué sirven? Fue la pregunta que disparó el tema. Esta vez, metida a científica de pacotilla, le expliqué que, independientemente de si luego le servían o no para estudiar una carrera, tenían una misión importante: desarrollar la capacidad lógica. Le pareció una buena respuesta pero… por supuesto era imposible que la cosa quedara ahí, que yo ya me conozco el percal. Sin comerlo ni beberlo, llegamos a los números… que son infinitos. Pero ¿y el espacio? ¿Por qué el cosmos es infinito? Y como tengo un churumbel muy descreído, que lo cuestiona todo, tuve que explicarle que el hecho de que sea o no infinito no va a resolvernos gran cosa. Que las teorías de si eso es finito o infinito, al no poder ser demostradas, no nos pueden dar una respuesta de SI o NO categórica. Que no, que no podía demostrarle de forma alguna que el espacio se acaba en algún sitio.

Él quiere respuestas concretas y yo le digo que, algunas preguntas las tienen y otras no. Y que mientras nos emperramos en buscar respuestas a todas esas incógnitas, se nos escapa el tiempo de las manos, que no se agobie. Tuve que explicarle que el ser humano tiene una capacidad limitada, que habrá cosas que no podamos ni llegar a imaginar porque están más allá de nuestra comprensión. Claro que el no sabe que el cerebro de su madre está frito de tanto leer ciencia ficción y no tiene ni idea de dónde se mete.

Pero la cosa no podía quedar ahí… porque entonces, ¡plaf! Apareció Einstein y la liamos. Porque yo aún no entiendo la teoría de la Relatividad y decirle que todo es relativo pues no parecía una respuesta de las que admite sin más. Lo remití a Google. Reconozco que ya me lo preguntó anteriormente, que lo miré yo en la Wikipedia y me quedé igual. Como por ahí no parecía que yo fuera a ser de gran ayuda, terminamos en la Luna. ¿Y porqué no vamos a la Luna? Como si yo supiera alguna cosa porque trabajo en la Nasa. Para salir del paso, le dije que gastarse un pastón en enviar un cohete a la Luna para ver cuatro piedras  seguramente no era muy rentable. Ya, pero… ¿volveremos a ir a la Luna? Porque resulta que el chaval estaría interesado en ver la Tierra desde el satélite, que debe ser un flipe. ¿Y se ve la Muralla China desde el espacio? Yo comenzaba a pensar que nuestra conversación, saltando alegremente de un tema al otro, no iba a acabar nunca. Sí, se ve desde el espacio. Búscalo en Internet. ¿Y qué de qué tamaño se ve en comparación con el resto del planeta? ¡¡¡Argh!!!

Vuelvo al tema del inicio… ¿por qué nos complicamos siempre la vida? ¿No tenemos suficiente con que nos digan esto es finito, esto es infinito, esto es posible y aquello imposible? Reconozco que no, que yo misma me cuestiono constantemente cosas que, si no me las cuestionara, posiblemente se resolverían por si mismas. Evidentemente, mi hijo tiene mucha curiosidad y encuentra fascinantes esos temas. Espero que, dentro de unos años, no utilice esa capacidad preguntona para cuestionarse cosas más prosaicas y complicarse la existencia.  

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