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viernes, 13 de mayo de 2011

GALAN DE NOCHE

Normalmente soy yo la que recoge la correspondencia del despacho, traída por el conserje del edificio. Hoy, entre facturas y cartas diversas, había un sobre grande, de esos de publicidad impresos en mil colores. Un atractivo hombre de edad imprecisa sonríe en el anverso del sobre mientras simula hacerse el nudo de la corbata. ¿Qué pretenden vendernos esta vez? Otras veces ya nos han llegado sobres de la misma empresa de venta por correo. Muchas veces me sorprende que aun sigan en activo porque sus productos no parecen ser de esos que la gente se muere por comprar.

¿Y qué tocaba esta vez? Pues nada más y nada menos que un práctico y elegante galán de noche. Como si con una silla y una percha no tuviéramos suficiente, los de Galería del Coleccionista rescatan del baúl de los recuerdos un armatoste que sólo puedes imaginar ubicado en el dormitorio de Arturo Fernández.

Me pregunto a qué franja de edad y tipo de público va dirigida esta publicidad. ¿Lo envían a despachos de ejecutivos, abogados, notarios y similares? ¿O lo envían a cualquier dirección que han conseguido a través de otras empresas que no dudan en vender nuestras direcciones? Mucha Ley de Protección de Datos, pero si no marcamos el diminuto recuadrito acompañado de letra aún más diminuta, donde dice que no queremos que nuestra dirección sea facilitada a empresas filiales, nuestros datos van rodando de una a otra. Envías dos cupones de un producto para entrar en un concurso y, a poco que te despistes, tus datos ya son de dominio público de un buen puñado de empresas mal llamadas filiales.

Un día entras en un concurso para ganar un viaje para dos personas… al siguiente, una filial te ofrece un estupendo galán de noche que incluso te financian a cómodos plazos. ¿No parece esto un sinsentido? A mi me lo parece.