Haces esas cosas tu sola y, aunque a veces te entre el pinchacito de la soledad, acabas por ver que no lo llevas tan mal. Quizá porque cada día que pasa te sientes más cómoda en esa situación, porque los recuerdos se borran o se difuminan con el tiempo, porque tomaste la decisión correcta en su momento y sabes que hiciste lo que debías. Aun así, hay días en los que el vacío te supera y es cuando necesitas de toda tu energía para desterrarlo y enviarlo a plantar champiñones al desierto. Que se entretenga allí y te deje en paz.
Llegará un día que ese vacío dejará de existir, bien porque ya no habrá vacío o porque, de tanto acostumbrarme, habrá dejado de serlo. Tiempo al tiempo. Todo necesita su tiempo para madurar. Y yo soy impaciente y siempre espero que las cosas pasen más rápido de lo que requieren.
Mi vacío y yo nos hacemos compañía. Llegará un día que, en vez de una molestia será un aliado. Eso espero. Mientras espero... lleno mis horas de vacío con miles de cosas que también me hacen feliz.